sábado, 4 de julio de 2009

La Sandìa

Yo habìa ido sòlo a comprar mortadela.Me habìa encaprichado aquella tarde y bajé exclusivamente para eso.
Cuando llegué al supermercado vi que habìa unos melocotones estupendos,y unas cerezas carìsimas ,pero gordas como pelotas de ping pong.En la ùltima caja,una mujer escuàlida ,casi trasparente, se lamentaba con energìa ante la cajera apàtica.
Estuve mirando el pescado fresco,pero ya no habìa nada que llamara mi intenciòn y me dirigì directamente a los congelados,para llegar a la caja donde estaba aquella mujer.Ella seguìa allì e insistìa sin éxito.
-Yo soy una mujer sola,y no puedo cargar con esta sandìa.Es que no tenemos derecho las mujeres que vivimos solas a comer sandìa?.Qué culpa tengo yo que mi marido me dejara al quedarme seca como una rama?.Es que me merezco también el que me hayan quitado los ovarios?.Ustedes me llevaràn a casa esta sandìa,porque yo no puedo.
La cajera negaba con la cabeza y le explicaba con esa cortesìa aséptica de algunas vendedoras que si no hacìa una compra superior a ochenta euros,no se la llevarìan a casa.El hecho me enterneciò y me animé a ayudarla,pero yo tampoco podìa con semejante sandìa.

1 comentario:

  1. ¡Tendríais que haber sobornado a un mozo de los que hacen los encargos!

    O haber comido, allí mismo,la sandía.

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